Hitler en Misa y otras supuestas pruebas de complicidad de la Iglesia con el nazismo
ACUSACIÓN:
Los líderes católicos sembraron el odio contra los judíos.- El
holocausto judío no comenzó cuando Adolfo Hitler envió a las cámaras de
gases a millones de judíos, sino cuando los líderes cristianos
sembraron las semillas de odio en contra del pueblo judío: durante
siglos la Iglesia los llamaba «pérfidos». Un general alemán,
interrogado durante el Juicio de Nuremberg acerca de cómo un país tan
adelantado como Alemania fue capaz de exterminar a seis millones de
judíos, contestó: «Hace muchos años y siglos se ha predicado que los
judíos no eran humanos, mentira que nosotros creímos y aceptamos en
nuestro corazón. El resultado de una mentira propagada por tantos siglos
se acabó aceptando como una verdad. El resultado fue inevitable» (Las
raíces del cristianismo antisemita, Freedom Library Press, New York,
pág. 3).
RESPUESTA: Hasta 1959, en la Misa
tridentina se rezaba el Viernes Santo «por los pérfidos judíos»,
pidiendo su conversión. Con el tiempo la gente comenzó a interpretar la
palabra «pérfido» sólo en el sentido peyorativo que asumió en las
lenguas vernáculas, es decir, como «traidor», «malvado», «desleal». Sin
embargo, en latín —idioma en que se escribió la oración— la palabra
«pérfido» procede de per y fides, es decir, significa el que persiste o
permanece en su fe. Así, resultaba perfectamente bien aplicada a la
situación de los judíos, que rechazaron las enseñanzas de Cristo
decidiendo conservar la religión de sus antepasados a pesar de ser solo
«sombras» de la Revelación total y definitiva.
Por cierto, el 6 de septiembre de 1938,
año anterior al estallamiento de la segunda guerra mundial, Pío XI
pronunció este discurso que dio rápidamente la vuelta al mundo:
«Resaltemos que en la Santa Misa Abraham es nuestro Padre y nuestro
Patriarca. El antisemitismo es incompatible con el elevado pensamiento
que ese hecho expresa. Es un movimiento con el que los cristianos no
pueden tener nada que ver. No, no, os digo que es imposible para un
cristiano tomar parte en el antisemitismo. Es inadmisible. A través de
Cristo y en Cristo somos la progenie espiritual de Abraham.
Espiritualmente, todos somos semitas».
ACUSACIÓN:
Hitler era católico, y tuvo todo el apoyo de la Iglesia.- Adolfo
Hitler era católico; hasta hay una foto en el que se le ve saliendo de
Misa. Además le dijo a un amigo cuando eran jóvenes que su deseo más
ardiente era haber podido ser un sacerdote católico. Después que
escribió su libro Mi lucha, dio este testimonio público: «Yo soy ahora
tan católico como lo he sido siempre». Cuando firmó el convenio entre
el Tercer Reich y la Iglesia católica, afirmó: «Yo sólo estoy
continuando la obra de la Iglesia católica romana». Además, citaba
frecuentemente la Biblia para basar sus ataques contra los judíos. Hasta
el día de hoy muchos judíos consideran a Adolfo Hitler como
«cristiano» porque el Papa «le dio su total apoyo».
RESPUESTA.- Las personas que piensan que
Hitler era católico solamente por una foto, entonces estarían diciendo
que Juan Pablo II se volvió musulmán porque hay fotos que demuestran
que entró a una mezquita; o que Benedicto XVI se volvió de religión
judía porque las fotografías prueban que entró a una sinagoga. Aunque
Hitler haya sido bautizado, y aunque en su cartilla del servicio
militar diga que fue católico, dicha condición religiosa no es perenne
ni se da por sólo decirlo; cualquier bautizado puede abandonar el
cristianismo. Para ser católico se necesita aceptar todos y cada uno de
los dogmas de la fe cristiana. Hi-tler, a través de su discursos,
programas y obras, fue dejando claro que rechazaba a Jesucristo y sus
preceptos. Habrá seguido asistiendo a veces a Misa —como sucede con
miles de paganos y de «católicos de nombre» que entran al templo en
bodas, quince años, bautizos, funerales, etc., aunque rechazan las
enseñanzas de la Iglesia—, pero estaba muy, muy lejos de ser católico.
En cuanto al uso que haya hecho de la Biblia para asesinar, Hitler
simplemente habrá emulado a Satanás, que quiso tentar a Cristo usando
citas de las Sagradas Escrituras. En cuanto a judíos que puedan estar
creyendo que Hitler era cristiano, debe tratarse de casos de personas
sumamente incultas, que no tienen idea alguna de lo que significa el
cristianismo.
ACUSACIÓN:
El Vaticano estaba tan ansioso de obtener el favor del Tercer Reich
que constantemente le daba su bendición públicamente. El Vaticano y
Hitler firmaron el 20 de julio de 1933 un acuerdo de apoyo. Cuando
Hitler invadió Austria, el cardenal Innitzer le recibió y saludó
personalmente con la señal de la cruz, y le aseguró el apoyo total de
Roma diciéndole que «todos los católicos debían ser considerados los
hijos verdaderos del Tercer Reich».
RESPUESTA: No sólo el Vaticano —durante
el pontificado de Pío XI— sino media Europa firmó tratados con Alemania
en 1933. ¿Por qué? Porque en 1933 ni el Vaticano ni ninguna nación
sabía lo que Hitler tenía en mente. El acuerdo firmado por la Santa
Sede y el gobierno alemán aseguraba para los años siguientes el derecho
de la Iglesia a realizar sus funciones evangelizadoras en Alemania. El
Concordato garantizaba también que si Alemania rehiciera su ejército,
los soldados tendrían acceso a capellanes; pero esto no significa que
la Iglesia aprobara o promoviera el rearme, sino que lo firmó buscando
acercar la conversión y los sacramentos a todos en todas las
circunstancias posibles.
Con el paso de los años se fueron
descubriendo las verdaderas intenciones de Hitler, y la Iglesia se fue
pronunciando en contra de ellas. Pío XI publicó el 14 de marzo de 1937
la encíclica Mit brennender Sorge («Con ardiente preocupación»), cuando
Eugenio Pacelli —futuro Pío XII— era su secretario de Estado. El
documento condenaba no sólo la persecución de la Iglesia en Alemania
sino también el neopaganismo de las teorías raciales nazis.
Mit brennender Sorge disgustó tanto a los nazis que un memorándum interno del gobierno, fechado el 23 de marzo de 1937, calificó a la encíclica de «casi una declaración de guerra contra el gobierno del Reich».
Por otra parte, los clérigos católicos
fueron de los primeros en Alemania en reconocer la amenaza que suponían
los nazis. En 1930, los obispos de Berlín y Westfalia condenaron a los
nazis en cartas pastorales. En la primavera de 1931, los obispos
bávaros condenaron igualmente al nacionalsocialismo y lo describieron
como incompatible con el cristianismo. Declaraciones semejantes fueron
hechas por los obispos de Colonia, Paderborn y el alto Rin. A raíz de
esto, el 28 de octubre de 1935 el Ministerio de Propaganda nazi impuso
la censura previa a todas las publicaciones periódicas de la Iglesia, y
el 30 de noviembre de 1935 la medida se extendió a todo el material
gráfico o escrito que fuera a ser distribuido. Por eso, después de 1937
los obispos alemanes abandonaron sus infructuosos intentos de imprimir
sus pastorales y se limitaron a leerlas desde los púlpitos, pero a
veces eran confiscadas antes de llegar al templo.
Como Hitler era austríaco de nacimiento,
llegó a Viena y se entrevistó con el cardenal Innitzer, del que logró
con engaño una desafortunada declaración del episcopado austríaco en
que se ensalzaba el nacionalsocialismo alemán. En seguida vio lnnitzer
que había cometido un grave error, y añadió una nota aclaratoria. Como
era de suponer, la propaganda nazi aireó la declaración, pero omitiendo
toda referencia a esa nota aclaratoria. Innitzer fue llamado a Roma y a
los pocos días publicó una rectificación mucho más contundente. Sólo
después fue recibido por Pío XI, pues hasta entonces no había querido
hacerlo. La respuesta nazi fue ignorar la rectificación, suprimir las
organizaciones juveniles católicas, la enseñanza de la religión y hasta
la Facultad de Teología de lnnsbruck. El palacio arzobispal de
lnnitzer fue asaltado y arrasado por las juventudes hitlerianas.
Hay muchas fotos en que aparece Hitler
con obispos, presbíteros y monjas católicos, y que se usan para
«demostrar» el contubernio entre la Iglesia y el nazismo.
Intencionalmente se omiten las fechas, pues fueron tomadas años antes
de que el dictador hiciera públicas sus más bajas intenciones. Aun así,
seguramente hubo miembros de la Iglesia —clero y feligreses— que
finalmente renunciaron a Jesucristo y se pronunciaron a favor del
Fürher, pero justamente en ese momento dejaron de ser Iglesia.
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Para Hitler, propagador del paganismo, la Iglesia era su enemiga, y por eso tenía planes de asesinar a Pío XII
En la década de 1920 Hitler dijo a
Ludendorff, alto oficial del ejército alemán, que tenía que disimular
su odio al catolicismo porque necesitaba el voto de los católicos
bávaros tanto como el de los protestantes prusianos: «El resto puede
llegar más tarde».
Y tenía razón, pues, cuando la hora
llegó, «los ataques públicos de los nazis contra el cristianismo
producían mucha insatisfacción en el pueblo alemán, y especialmente en
las zonas católicas. Los intentos locales de los funcionarios nazis de
restringir las prácticas religiosas y eliminar los crucifijos de las
escuelas ocasionaron tal indignación, tales tumultos y unas protestas
tan furiosas que los funcionarios, en general, revocaron sus órdenes»
(Los Verdugos Voluntarios de Hitler. Los alemanes corrientes y el
Holocausto, Daniel Jonah Goldhagen [historiador judío-esatadounidense],
Taurus, Madrid 1998).
El testimonio de un ex—nazi
Hermann Rauschning (1887-1982) fue un
terrateniente alemán nacido en Thorn /(hoy Polonia) que ingresó al
partido nazi en 1931y fue designado presidente del Senado de Danzig.
Durante este período estableció directas relaciones con buena parte de
la dirigencia nazi, reuniéndose en varias ocasiones con el propio
Hitler. Habiéndose arrepentido del nazismo tras conocerlo por dentro,
renunció al partido en noviembre de 1934 y se exilió en Estados Unidos.
En 1939 escribió un libro titulado Hitler me dijo, que, según su
autor, recoge el contenido de diversas reuniones y conversaciones que
el líder nazi mantuvo con su círculo más cercano y de las que él mismo
fue testigo y partícipe. Ahí, asegura, Hitler «expuso sin tapujos sus
ideas verdaderas, ideas que siempre ocultó».
Escribe Rauschning: «A
pesar de las muchas mentiras vertidas sobre la relación entre Hitler y
la Iglesia católica, ésta constituyó siempre un dolor de cabeza para
el Führer. Como todos los totalitarismos, Hitler intentó destruir a la
Iglesia católica empezando por la alemana». El autor
recuerda cuando el dictador alemán comenzó a perseguir «a los
sacerdotes católicos por tráfico de divisas o por atentado a las
costumbres, a fin de presentarlos a los ojos de la masa cual criminales,
quitándoles de antemano la palma del martirio y la gloria de la
persecución».
Ademas, los historiadores han demostrado
que Hitler trabajó por reinstaurar el paganismo primitivo. En Hitler me
dijo, Rauschning pone estas palabras en boca de Hitler: «Nuestros
campesinos no han olvidado sus creencias de otros tiempos; la vieja
religión vive siempre… Durante la Semana Santa y en las exposiciones
agrícolas ambulantes difundiré nuestro credo religioso por la imagen, y
de un modo tan expresivo, que el campesino más obtuso comprenderá… El
campesino debe saber lo que la Iglesia le ha hurtado: la intuición
misteriosa y directa de la naturaleza, el contacto instintivo, la
comunión con el espíritu de la tierra. Así es como debe aprender a
odiar a la Iglesia. Debe aprender progresivamente de qué trucos se han
valido los sacerdotes para robarles el alma a los alemanes. Rascaremos
el barniz cristiano y volveremos a hallar la religión de nuestra raza».
Hay que comenzar por la campiña, y no por las grandes ciudades… En las
grandes ciudades no queda absolutamente nada. Allí donde todo ha
muerto es imposible reanimar nada. Mas nuestros campesinos viven aún
sobre un fondo de creencias paganas, y partiendo de ahí podremos
evangelizar algún día a las multitudes de nuestras ciudades».
Hitler realizó muchas acciones contra la Iglesia, la mayoría de ellas de manera velada. Entre sus planes incluía la destrucción del Vaticano y, más aún, el asesinato de Pío XII. Datos sobre este objetivo fueron confesados por Karl Wolff, antiguo general de las SS.
El plan para eliminar al vicario de
Cristo fue organizado después del 25 de julio de 1943 por el
Reichssicherheitsamt (cuartel general para la seguridad del Reich) de
Berlín.
De ello también da testimonio Niki
Freytag von Loringhoven, residente en Munich, hijo de Wessel Freytag
von Loringhoven, quien fuera coronel del Alto Comando Alemán de las
Fuerzas Armadas. Revela que el 29 y 30 de julio de 1943 tuvo lugar en
Venecia un encuentro secreto para informar al jefe de contraespionaje
italiano, el general Cesare Amè, de la intención del Führer de castigar
a los italianos con el secuestro o el asesinato de Pío XII y del rey
de Italia; esto como represalia por haber por haber arrestado a
Mussolini. Pero uno de los particpantes de la reunión, el jefe de
contraespionaje italiano, general Cesare Amè, al regresar a Roma
divulgó la noticia de los planes contra el Papa para bloquearlos.
El historiador Andrea Tornielli, en su
libro Pío XII, el Papa de los judíos, revela otro plan hitleriano de
arrasar «a sangre y fuego» el Vaticano y secuestrar y confinar al
obispo de Roma y jefe de la Iglesia católica en algún lugar del
Principado de Liechtenstein, donde permanecería retenido como rehén del
ejército alemán. Esto ocurrió también en 1943, tras que el Führer se
enfureciera por la firma del armisticio entre el gobierno italiano del
mariscal Badoglio y los aliados el 8 de septiembre. Pero el plan no
llegó a cumplirse gracias a que el general Karl Wolff, entonces
comandante de las SS en Italia, logró disuadir a su superior.
Fuentes:
www.elobservadorenlinea.comhttp://www.corazones.org/apologetica/nazi_iglesia/holocausto_pio12.htm