En
el barrio Restrepo, ubicado al sur de Bogotá, se encuentra la oficina
de quien hace llamarse el anticristo en persona. “El templo de Zatán.
Zatán, Zatán. Témeme, témeme”, dice, tal cual, el letrero amarillo con
letras rojas que invita a los transeúntes a entrar a su consultorio,
ubicado en un pasaje comercial junto a un local de asesoría jurídica y
un consultorio odontológico.
Antes de comunicarme con “Zatán” había
consultado en internet su nombre real, Ramiro. Cuando lo llamé para
acordar una visita pensé en preguntarle si prefería que lo llamara Satán
o Ramiro. Aunque no creo en la brujería ni en nada que se le parezca,
no fui capaz, me dio miedo. Hubiera podido hacerlo. Ramiro, a pesar de
lo que se podría pensar de alguien que se hace llamar el anticristo,
resultó ser un tipo muy respetuoso y se mostró entusiasmado por hacer la
nota, me contó sobre sus apariciones en otros medios y sobre las cosas
que tenía para mostrar.
Mientras caminaba por el pasillo que me
conduciría al “Templo de Zatán” alcancé a escuchar una ópera. Me
imaginé un lugar pequeño, lúgubre, desordenado, con velas y olor a
incienso, pero no fue así. Olía a ambientador y todo parecía estar
perfectamente ubicado en su lugar. La oficina tenía dos espacios: afuera
había una sala de espera con tres sillas, una mesa y un televisor, en
el que sonaba la opera. Al fondo estaba la oficina principal, donde
Ramiro atiende a sus clientes. Cuando entré este señor me recibió
amablemente, con un aire de orgullo me mostró el lugar y me dijo, ¿qué
tal le parece? Esto le llama mucho la atención a la gente. Tenía razón,
el lugar estaba cargado de imágenes y de objetos que para muchos podrían
parecer espeluznantes, pero que sin duda alguna son bien llamativos.
Así sea para una fiesta de Halloween.
Una luz roja iluminaba las dos
habitaciones. El papel tapiz que decoraba todo el espacio eran los
avisos de la entrada. Unos tenían escritas palabras o frases como Satán,
666, Soy el anticristo, El chamán llanero, otros, las páginas web de
Ramiro, y otros, los servicios que presta: “ato, ligo, domino al ser amado para que regrese comiendo mierda,
extermino lacras, soluciono embarazos y curo impotencia sexual, hago
pactos con el diablo para tener oro, riquezas y millones”. En fin, todos
los servicios que ofrece un brujo. Del techo colgaban calaveras,
muñecos de bebés, cabezas de diablos y de personajes que parecen sacados
de una película de terror.
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En
las paredes, a manera de repisa, había varios ataúdes. Según Ramiro,
adentro de ellos hay cosas privadas que no pueden ser mostradas ni
fotografiadas. Además de los ataúdes y otras figuras artesanales que
fabrican especialmente para la oficina había un estante lleno de lo que,
según él, son cabezas reducidas. “Véalas, analícelas usted que es
antropólogo y verá que son cabezas reales”, me dijo. Por supuesto, yo
preferí no tocarlas. Le pregunté cómo es que las reducían y me dijo que
era a través de un proceso que solo sabían unos brujos del Ecuador, que
tenían que calentarlas y someterlas a procedimientos muy complejos. La
primera cabeza que tuvo, su preferida, se llama Hermafrodito y lo ha
acompañado desde hace 30 años. Dice que Hermafrodito se convierte por
las noches en una mujer enana muy voluptuosa con la que práctica sexo.
Mientras
miraba las cabezas para descifrar de qué estaban hechas, Ramiro me
preguntó que cómo sentía la energía, que si estaba muy pesada. Le
respondí con la verdad, yo no sentía nada extraño.
Ramiro
tiene 48 años. Es un hombre moreno y de baja estatura, siempre se viste
con pulseras y cadenas de oro. Dice que cuando tenía cuatro años, en
Yopal Casanare, debajo de un palo de guácimo, se le reveló Satanás en
persona y le dijo que por su condición social debía trabajar en esto. De
ahí en adelante, a través de revelaciones, iba aprendiendo rituales
para tener dinero, y para doblegar y someter al ser amado.
A
su consultorio llegan personas de todos los estratos y de todos los
niveles culturales, “algunos creen que acá viene mucha gente ignorante
pero yo diría que ignorantes son todos… la persona sufre esencialmente
por dos cosas: porque quiere pero no puede o porque puede pero no
quiere, y eso le desata una angustia. Ahí es cuando buscan al brujo o al
hechicero”.
Sobre el satanismo que
practica, dice que no tiene nada de malo, afirma que es mucho peor la
religión cristiana que ha metido conceptos falsos sobre el diablo y
sobre sus símbolos. Todas esas imágenes, muñecos, y cerámicas que tiene
alrededor son solo cosas que simbolizan con lo que él trabaja, pero que
generalmente no tienen ningún significado profundo o maligno. En
ocasiones, estos elementos le ayudan a hacer sus trabajos pero la
mayoría de veces, dice, se requiere ir a cementerios o utilizar
elementos como huesos de muertos, cosas que no puede exhibir porque se
metería en problemas.
El diablo, para
este hombre, es casi como una figura redentora, una ayuda, más no el
causante de ningún mal. En cambio, dice que “la religión le ha hecho
mucho daño a la humanidad. La religión y la filosofía escolástica son
matonas, son las que han hecho sufrir a los animales, a los indios. La
religión cristiana es una religión comecarne. Yo no como carne porque yo
amo a los animales, y me identifico con la escuela del existencialismo
de Heidegger, de Sartre...el resto de escuelas me parecen una basura,
lacras”. Según él, si la Biblia no hubiese existido, la especie humana
habría sido menos mala.
Ramiro dice
ser admirador de Hitler, y de asesinos seriales famosos como Charles
Manson o Ted Bundy,”eran personas muy inteligentes, si yo me hubiera
dedicado a otra cosa sería asesino en serie, mataría a las personas que
hacen daño a los animales”. Tiene un apego por los animales y un
desprecio por la religión que me remitió de inmediato al escritor
Fernando Vallejo. Cuando le pregunté si lo había leído me recomendó la
Puta de Babilonia, no el libro (que dijo que era muy bueno) sino la
canción de su hijo, Rap Vampi, cantante de rap. La oficina de Ramiro no
solo ha servido para atender clientes que quieren cambiar su destino,
también fue el escenario en el que se grabó el video de la canción de su
hijo.
Rap vampi – La puta de babilonia:
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Ramiro
es solo uno de los muchos brujos que trabajan en Bogotá. La brujería
en esta ciudad hace parte de un gran aparato de religiosidad popular que
no solo mueve mucho dinero sino que tiene a una cantidad de guías de
ese proceso mágico: "Los brujos”, que, según ellos mismos dicen, son los
que negocian con los muertos.
Parece
que la gente desconfía tanto de su destino, de sus capacidades o de su
suerte que prefieren acudir al más allá para recibir ayuda; sea con el
diablo, con los ángeles, con los astros, o como le quieran llamar. Según
un estudio realizado en la Universidad Nacional sobre religiosidad
popular en Bogotá, los brujos son como los peluqueros de señora: están
en todos los estratos, hacen lo mismo (leen cartas, tarot, cigarrillo,
tabaco) y en todos lados tienen su público. La religiosidad popular es
tan fuerte en la ciudad, que se percibe fácilmente en las calles con la
venta de una larga lista de objetos para la buena suerte como jabones,
perfumes, ungüentos, baños personales y amuletos para negocios, etc.
Si
a usted le suena esto de pedir favores al más allá, si quiere intentar
hacerle un amarre a alguien a ver si le pone cuidado, o simplemente
quiere conocer a Ramiro, lo puede ubicar todos los días después del
mediodía en la calle 17 No.15-46 sur oficina 208, o contactarlo por
internet, también trabaja en línea, a través de www.facebook.com/ramirolopez.llanero.
NOTA: Para ver mas cómoda la noticia visitar la fuente
Fuente: http://www.shock.co/cultura/articulos/una-visita-al-consultorio-de-satan-64322
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