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El
sudario tal y como aparecería en negativo fotográfico. |
Cuando la Academia de Ciencias rechazó los hallazgos
del doctor Yves Delage -quien estaba convencido de que la sábana de
Turín era el auténtico sudario de Cristo-, el tema quedó en suspenso
durante 30 años. En 1932, otro francés, esta vez un patólogo forense
llamado Pierre Barbet, comenzó a estudiar la imagen desde el punto de
vista médico, aprovechando un conjunto de fotografías mucho más
claras que habían sido tomadas el año anterior.
El primer punto que intrigó al doctor Barbet fue la posición de las
heridas causadas por los clavos en las muñecas y no en las palmas de
las manos, como se representaba tradicionalmente. Experimentando con
cadáveres, descubrió que la carne de las manos no puede soportar el
peso de un cuerpo muerto, y menos el de un cuerpo vivo que se
contorsiona; la carne se desgarra rápidamente. Como desde el siglo IV
de nuestra era no se habían practicado crucifixiones, era lógico que
los pintores tradicionales ignorasen el procedimiento; ¿cómo podía,
entonces, haberlo sabido un falsificador medieval? Barbet descubrió que
la única forma de crucificar un cuerpo era atravesando el radio con los
clavos a la altura de la muñeca, como sucedía en el sudario. Además,
un clavo colocado así dañaría el nervio mediano, provocando la
retracción involuntaria de los pulgares hacia la palma de la mano: otro
hecho evidente y poco conocido que aparece en el sudario.
Las «manchas de sangre» que hay alrededor de
la herida del costado
muestran también rastros de un líquido claro, lo que coincide
con la
descripción bíblica de la «sangre y el agua» que brotaron del
flanco
de Cristo. Pero la muerte por crucifixión sobreviene no por la
pérdida
de sangre, sino a causa de la asfixia y el shock. Debido a la
posición
estirada del cuerpo, los pulmones quedan comprimidos; la víctima
se levanta apoyándose en los clavos que sujetan sus pies y sus muñecas y
consigue respirar, aunque a costa de un dolor intensísimo. Cada
movimiento va debilitando progresivamente a la víctima, hasta que,
finalmente, no puede incorporarse y se ahoga. La sofocación provoca el
depósito de mucosidad en la base de los pulmones, y Barbet pudo
demostrar que una herida de lanza en el costado de un cuerpo humano
atravesaría el extremo del pulmón izquierdo, dejando salir dicho
líquido.
El informe del doctor Barbet provocó un renovado interés de los
hombres de ciencia por la naturaleza del sudario, y prestigiosos
«sindonólogos» -término derivado de la palabra griega que significa
sudario- solicitaron un examen científico exhaustivo. Pero hubo que
esperar hasta los años 70 para que el ex rey Humberto cediera ante las
presiones. Fechar adecuadamente el sudario era una de las tareas
prioritarias, pero la forma obvia de hacerlo, usando el proceso del
carbono 14, hubiera provocado la destrucción de una parte del sudario, y
Humberto se resistió. Sin embargo, en 1973 se invitó a dos reputados
científicos europeos para que usaran métodos más ortodoxos. El
profesor Max Frei, destacado forense suizo, y el profesor
Gilbert Raes, experto en tejidos de la Universidad de Gante (Bélgica),
tuvieron acceso al lienzo. Primero informaron que «la imagen es
completamente superficial, por cuanto sólo los filamentos superiores de
la trama están afectados. No se observa pigmentación ni aun magnificando
la imagen».
Frei recogió partículas de polvo para que fueran analizadas en
un laboratorio, encontrando 48 tipos diferentes de polen. La
identificación de granos de polen, que sobreviven casi indefinidamente
aun en las condiciones menos favorables, es uno de los procesos más
exactos de la moderna ciencia forense. Como era de esperar, la
mayor parte de los granos provenían de Francia y el norte de Italia,
pero siete tipos resultaron pertenecer a plantas halófilas (amantes de
la sal) que suelen encontrase alrededor del Mar Muerto y en otras zonas
de Palestina. Aunque el descubrimiento era ciertamente interesante, no
constituía una prueba definitiva del origen del sudario, ya que el polen
es trasladado a largas distancias por el viento y podía haber sido
transmitido por las ropas de los viajeros, máxime si se tiene en cuenta
que, durante los primeros tiempos, el sudario fue exhibido sin
protección alguna.
Pero Gilbert Raes recogió una pequeña cantidad de hebras, y las
pruebas que consiguió apoyan la tesis. El hilo utilizado en la
confección del sudario procedía de una especie de algodón cultivada en
Oriente Medio, y había sido tejido en un tipo de trama cruzada, método
muy caro comparado con el de la trama lisa normal de Palestina. La
hilatura había sido realizada a mano, y hay que tener en cuenta que en
Europa se utilizó la rueca desde 1150, aproximadamente. Además, las
hebras de hilo habían sido blanqueadas antes de la elaboración del
tejido, procedimiento muy arcaico.
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Dos
apectos de un modelo tridimensional de la cabeza del sudario.
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En 1974 se produjo el importante
descubrimiento de que el sudario constituía un negativo fotográfico. Dos
científicos de las Fuerzas Aéreas de Estados Unidos, John Jackson y
Eric Jumper, examinaron fotografías del sudario con un complejo
instrumento: el analizador de imagen VP-8. Usando una computadora en
conjunción con el VP-8, lograron construir en cartón laminado un modelo
tridimensional del hombre del sudario. Esto convenció a un grupo de
científicos de que merecía la pena estudiar a fondo el sudario y, en
marzo de 1977, el Proyecto de Investigación del Sudario de Turín logró
la autorización del ex rey Humberto para iniciar pruebas «no
destructivas».
El 8 de octubre de 1978, después de ser expuesto al público, el
sudario fue sacado de su
contenedor y trasladado al Palacio Real de Turín, donde fue
estudiado por 36 investigadores que habían llevado consigo 72 cajas de
equipo ultramoderno. Entre ellos había físicos, bioquímicos, forenses,
patólogos, especialistas en microfotografía y -algo incongruente-
representantes de la Nuclear Technology Corporation de Estados Unidos.
Tres años después, los descubrimientos del equipo aún no han
sido publicados íntegramente, pero, a pesar de la coincidencia de
opiniones, el misterio del sudario sigue tan impenetrable como siempre.
El único que discrepaba entre los 36 investigadores fue Walter C.
McCrone, director de una empresa privada de análisis químicos de
Chicago. Precisamente el doctor McCrone fue quien probó que la tinta del
mapa «vikingo» de Vinland era de origen medieval, y su opinión sobre el
sudario estaba en la misma línea, aunque admitió que no estuvo presente
durante la reunión principal en el Palacio Real y trabajó con muestras.
En una serie de conferencias que dio en Gran Bretaña en 1980, el
doctor McCrone dijo que sus pruebas microscópicas revelaron manchas de
óxido de hierro, un pigmento tradicional. «Pero no puedo revelar cómo se
las arregló el artista
-dijo-. Creo, que el sudario es una falsificación, pero no puedo
probarlo.» Pensaba que una prueba por el método del carbono 14
lo fecharía en el siglo XIV: « .... en esa época las
falsificaciones estaban en
boga. Creo que el resto del grupo no va a descubrir si el
sudario es auténtico o no. Probablemente dirán que la figura es muy
similar a una imagen quemada, pero que no pueden distinguirla de ella.
Hasta dónde llegarán después, no
lo sé» .
Uno de los principales investigadores químicos, Ray Rogers, del
National Scientific Laboratory de Los Álamos, descubrió que la imagen
consistía en una capa ligera de color amarillento que sólo afectaba a la
superficie exterior de las fibras. El color no estaba «difuso, no había
penetrado en la tela, no se había corrido hacia los lados ni depositado
entre los hilos»,
como habría sucedido, si se hubiese pintado o frotado con
pigmentos. En este punto el incendio de
1532 resultó útil: un calor suficiente para quemar la tela
tendría que haber alterado el colorido de cualquier pigmento próximo,
pero no sucedió así. El color era uniforme hasta el borde de las zonas
chamuscadas. Además, con el agua que se usó para apagar las llamas, la
pintura a
la aguada o a la tinta se hubiese corrido, pero no fue así. En
1980, Rogers dijo: La mayor parte de nosotros cree que el sudario no ha
sido pintado. Salvo una pequeña cantidad de óxido de hierro, no
encontramos ningún pigmento. Y no creemos que líquidos ni vapores hayan
producido la imagen que estamos viendo.
El especialista en espectroscopia Sam Pellicori, del Santa
Bárbara Research Center, decidió examinar la teoría «vaporográfica» de
Delage y Vignon, quienes afirmaron que la imagen había sido formada por
una reacción química entre el sudor del cuerpo y especias. Pero, como
explica Pellicori, en la imagen aparecen también la cara y otras partes
del cuerpo que no debieron entrar en contacto con el lienzo.
El proceso de la formación de la imagen en el sudario es
incomprensible. La mejor forma de describirlo es como la «ebullición»
del material superficial de la parte exterior del tejido. Algunos
detalles indican que eso pudo haber sido causado por un violento
estallido de energía radiante. Las «manchas de sangre» que aparecen en
la imagen fueron estudiadas. La primera y más importante conclusión fue
que se habían depositado de forma normal; aparecían como «positivas» en
el «negativo» del sudario, y cuando el forro, aplicado a la tela en el
siglo XVI, fue descosido, se descubrió que había resultado manchado
únicamente en la zona de la «sangre».
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Otros
dos modelos tridimensionales realizados por Leo Vala.
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El doctor John Heller, del New England
Institute, dijo que ninguna de las pruebas había demostrado que las
antiguas manchas no eran de sangre, pero que algunas indicaban que
podían serlo. Las manchas estaban rodeadas por otras secundarias
microscópicas, muy parecidas a las que deja el suero de la sangre. Los
rayos ultravioleta hicieron fluorescentes las manchas, y los rayos X
revelaron el porcentaje exacto de hierro que correspondía a la sangre. Y
lo que es más importante, Heller encontró cristales diminutos
entre los hilos de la trama en las zonas manchadas de sangre, y
consideró que era hemoglobina «alterada por el tiempo».
La forma y la dirección de las manchas eran «auténticas», como
si se tratase de un cuerpo recién crucificado. Las manchas de las
heridas de las muñecas, por ejemplo, discurrían por los antebrazos hasta
el codo, tal como ocurriría en un cuerpo colgado de una cruz. Además,
la sangre de la herida del costado se había corrido hasta depositarse en
la espalda, por debajo de la cintura... otro detalle auténtico.
Finalmente, toda la
superficie del cuerpo estaba cubierta de cicatrices en pares
paralelos, probablemente las marcas causadas por dos flageladores que
manejaban
flagrae romanos, azotes de dos correas con puntas de plomo o hueso.
Hasta ahora no se ha utilizado el método del
carbono 14 para fechar el sudario, ya que este procedimiento hubiera
requerido la destrucción de una parte del lienzo. Pero nuevos sistemas,
que sólo precisan de trozos muy pequeños de tela y que pueden
proporcionar una fecha con un margen de error de sólo 150 años, podrían
ser utilizados. Únicamente falta la autorización del ex rey Humberto.
Quedan en pie dos grandes interrogantes acerca del santo sudario
de Turín. Primero, si la imagen fue creada por «un violento estallido
de energía radiante», ¿qué provocó este estallido?. Y segundo, la
pregunta que hizo Yves Delage en 1902 a los miembros de la Academia de
Ciencias: «Si no es el sudario de Cristo, ¿de quién es?»
Como ha comentado Kenneth Weaver, editor de la revista
científica National Geographic y testigo de las investigaciones: «Eso,
afirman tanto los científicos como los teólogos, está y estará siempre
fuera del terreno de las pruebas».
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